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Lacrimosa "Angst" (1991)


Si hay un álbum que destila pura angustia, desesperanza y belleza gótica en su forma más cruda, ese es Angst (1991), el debut de Lacrimosa. Este disco no es solo un puñado de canciones envueltas en tinieblas, es una carta de presentación que dejó claro que Tilo Wolff no vino a este mundo a hacer música para las masas, sino a esculpir emociones en la penumbra.

Desde el primer instante, Angst no engaña a nadie: es un viaje denso y personal, donde el minimalismo instrumental se convierte en un lienzo frío sobre el que Tilo derrama su desesperación. Su voz, más que cantar, se lamenta, se desgarra, nos susurra al oído el peso de la existencia. Aquí no hay lugar para la luz, solo una introspección profunda que puede asfixiar a quienes no estén preparados para una experiencia tan íntima.

El álbum fue un trago amargo para muchos críticos en su momento. No todos lograban comprender esta propuesta que se alejaba del metal tradicional o del gothic rock más accesible de la época. ¿Dónde estaban los coros pegajosos? ¿Dónde estaban los estribillos fáciles de recordar? Aquí no había concesiones ni ganchos comerciales, solo un ejercicio brutal de autoexpresión.

Sin embargo, para los seguidores de la música oscura, Angst fue un golpe en el estómago, un recordatorio de que el arte puede ser más que entretenimiento: puede ser un espejo deformante donde nos enfrentamos a nuestros propios miedos. La comunidad underground de la escena gótica acogió el álbum con los brazos abiertos, reconociéndolo como un manifiesto de vulnerabilidad extrema. Con el paso de los años, esta obra inicial se volvió una pieza de culto, y aunque Lacrimosa evolucionaría hacia terrenos más sinfónicos y elaborados, Angst quedó como la piedra angular de su esencia melancólica.

Si la música de Angst es sombría, sus letras son el abismo en sí mismo. No hay metáforas rebuscadas ni escapismo lírico: lo que Tilo Wolff nos entrega aquí son gritos silenciados, pensamientos de una mente atormentada que encuentra belleza en la desesperación. Hay una sinceridad descarnada que no busca aprobación, sino compartir un dolor casi tangible. Las letras son como dagas hundiéndose lentamente en el pecho del oyente, haciéndolo cómplice de la angustia del autor. Y aunque a algunos les resultaron demasiado deprimentes, para otros fueron un salvavidas: alguien estaba poniendo en palabras lo que ellos mismos sentían, pero no sabían cómo expresar.

A nivel instrumental, Angst es un disco extremadamente austero, pero precisamente en esa sencillez radica su poder. Los teclados y sintetizadores te envuelven en un aire de claustrofobia, mientras que la percusión programada suena distante, casi mecánica, como si el tiempo se hubiera detenido en un bucle eterno de lamentos. No hay grandes solos ni arreglos barrocos, solo una sensación de vacío que se va expandiendo con cada minuto de reproducción.

Los arreglos de teclado a veces parecen tocar notas al azar, pero esa aleatoriedad es intencional: generan un desconcierto, un sentimiento de vulnerabilidad constante. Es un sonido que se siente frágil, como si en cualquier momento fuera a desmoronarse por completo. No es un álbum para disfrutar en el sentido tradicional, sino para sentir, para sumergirse en su melancolía sin resistencia.

Desde su lanzamiento, Angst generó cierta controversia por su crudeza emocional. Algunos consideraban que era un disco "peligroso", capaz de influenciar a las mentes más frágiles hacia pensamientos negativos. En tiempos donde cualquier contenido que tocara temas oscuros era señalado como una amenaza, no faltaron las voces que lo catalogaron como una apología a la depresión. Sin embargo, los fans defendieron el álbum como lo que realmente es: una obra de arte que no glorifica la tristeza, sino que la reconoce y la canaliza de manera artística.

Tilo Wolff nunca hizo música para complacer a nadie. Desde el principio dejó claro que Lacrimosa era su catarsis personal, y si alguien se veía reflejado en su obra, bien; si no, también estaba bien. Angst fue el inicio de ese camino sin concesiones, un álbum que, más que buscar provocar, simplemente existía como testimonio de un dolor genuino.

A más de tres décadas de su lanzamiento, Angst sigue siendo un referente dentro del darkwave y el gothic. Aunque Lacrimosa evolucionó y su sonido se volvió más grandilocuente con el tiempo, este primer álbum sigue teniendo un lugar especial en la discografía de la banda. Es un disco que no se puede comparar con sus obras posteriores porque, en esencia, pertenece a otro universo. Es el Lacrimosa más puro, más primitivo, más honesto.

Muchos artistas dentro del género han citado este álbum como una influencia clave, no tanto por su sonido, sino por su espíritu: la idea de hacer música sin miedo al qué dirán, de usar la tristeza como un vehículo artístico en lugar de un obstáculo. Para los fans, sigue siendo una obra que, dependiendo del estado de ánimo con el que se escuche, puede ser un refugio o una pesadilla. Es un disco que nunca pasará de moda porque la angustia es atemporal, y Angst la encapsula como pocos álbumes en la historia de la música oscura.

Si aún no has escuchado Angst, prepárate. No es un álbum que se ponga de fondo mientras trabajas o estudias. Es una experiencia en sí misma, un descenso controlado a lo más profundo de la mente de su creador. Y quizás, en ese proceso, también te encuentres a ti mismo.

Cocteau Twins "Heaven or Las Vegas" (1990)


Si alguna vez existió un disco que pareciera hecho de nubes, espejismos y sueños, ese es Heaven or Las Vegas de Cocteau Twins. Es un viaje etéreo donde cada sonido parece flotar entre la realidad y la ensoñación. Lanzado en 1990, este álbum marcó un punto culminante en la carrera de la banda escocesa, capturando la esencia más pura del dream pop y envolviendola en una neblina luminosa de guitarras repletas de reverb, bajos que hipnotizan y la voz celestial de Elizabeth Fraser, quien canta en un idioma que a veces es inglés, a veces es algo más profundo y desconocido.

Desde el principio, Heaven or Las Vegas se sintió como un misterio sonoro. La crítica lo recibió con los brazos abiertos, viéndolo como la mejor síntesis del sonido Cocteau Twins. Más accesible que sus trabajos anteriores, pero sin perder la magia y la melancolía, este álbum fue un punto de inflexión. De repente, la banda, que siempre había sido un culto secreto entre los seguidores del post-punk más etéreo, tenía un disco que se sentía casi pop sin sacrificar su esencia. Y los fans lo entendieron al instante. Se convirtió en un favorito, en una pieza clave para cualquiera que buscara perderse en un universo donde el tiempo se diluye en colores sonoros.

El legado de Heaven or Las Vegas es inmenso. No solo consolidó a Cocteau Twins como una banda imprescindible de su época, sino que su influencia ha sido tan duradera que sigue resonando en la música actual. Bandas de shoegaze, dream pop e incluso del indie rock más contemporáneo han tomado prestadas sus texturas vaporosas, su manera de tratar la voz como un instrumento más y su capacidad de hacer que una canción no se escuche, sino que se sienta. Artistas como Beach House, M83 y Slowdive han citado a este disco como una obra clave en su desarrollo artístico.

Las letras del álbum son un caso especial. Si bien Elizabeth Fraser nunca ha sido de escribir canciones con mensajes explícitos, en Heaven or Las Vegas hay una sensación más emocional y personal que en sus discos anteriores. Su relación con Robin Guthrie estaba en una etapa complicada debido a sus problemas con las drogas, y al mismo tiempo, ella estaba experimentando la maternidad por primera vez. Esos sentimientos de amor, pérdida, esperanza y confusión se filtran en la música, aunque sus palabras sean casi indescifrables. La magia de Fraser es que no necesitas entender exactamente lo que dice para sentir cada emoción como si fuera propia.

La instrumentación es una sinfonía de sonidos que parecen haber sido grabados en un universo alterno. Las guitarras de Robin Guthrie son puro reverb, delays interminables y capas que se apilan una sobre otra hasta crear un colchón de sonido en el que es imposible no sumergirse. El bajo de Simon Raymonde es el ancla, el pulso que mantiene la música en la tierra, dándole una calidez y profundidad que impide que la música se disuelva en el aire. Y la batería, aunque programada en algunas partes, tiene un ritmo hipnótico que guía la experiencia sin necesidad de ser protagonista. Todo en este disco está perfectamente equilibrado, como si cada elemento supiera exactamente dónde estar para crear la atmósfera perfecta.

Aunque Heaven or Las Vegas es un álbum amado y respetado, no estuvo exento de ciertos conflictos. La grabación se llevó a cabo en un momento difícil para la banda, con la adicción de Guthrie afectando la dinámica del grupo y con Fraser lidiando con su nueva maternidad. Sin embargo, de esa tensión nació algo casi milagroso: un disco que destila tanto fragilidad como fortaleza, tanto euforia como tristeza. Es una paradoja en sí mismo, como su título lo sugiere: el cielo o Las Vegas, lo celestial y lo artificial, lo puro y lo decadente.

A más de tres décadas de su lanzamiento, Heaven or Las Vegas sigue siendo una obra maestra. Es un álbum que no envejece, que suena tan moderno y etéreo hoy como lo hizo en 1990. Es el tipo de música que no solo se escucha, sino que se siente en la piel, en los huesos, en la memoria de sueños que aún no hemos tenido.


 

Imperial "The Excelsus Majesty of Blackness" (2010)


Cuando hablamos de black metal salvadoreño, The Excelsus Majesty of Blackness de Imperial es una referencia obligatoria. Lanzado en 2010, este álbum dejó una huella en la escena underground centroamericana con su atmósfera oscura, su crudeza y su compromiso absoluto con la esencia más pura del black metal. Desde la portada hasta la última nota, se siente la influencia del ocultismo, la oscuridad y una rebeldía absoluta contra lo establecido.

La crítica especializada no tuvo mucho alcance en este lanzamiento porque el metal extremo salvadoreño no es algo que llegue fácilmente a medios internacionales, pero dentro del nicho underground fue un álbum bien recibido. Quienes se sumergieron en The Excelsus Majesty of Blackness destacaron su fidelidad al black metal de vieja escuela, pero con un aire propio. No intentaba copiar descaradamente a las bandas escandinavas, sino que traía su propia esencia, lo cual fue apreciado por quienes valoran la autenticidad en el género.

Los fans del metal extremo en El Salvador lo vieron como un álbum clave para la escena local. No sólo porque demostraba que en el país se podía hacer un black metal digno, sino porque transmitía esa sensación de misticismo y crudeza que muchos buscan en el género. Eso sí, también hubo críticas; algunos lo encontraron demasiado crudo en producción, otros consideraron que la banda no salía de los cánones del género. Pero, como suele pasar en el metal extremo, la opinión general fue que la autenticidad pesaba más que la pulcritud.

Aunque Imperial no es una banda que haya alcanzado reconocimiento global, The Excelsus Majesty of Blackness sigue siendo un referente en la escena underground de El Salvador. Es de esos discos que se pasan entre fanáticos del black metal como una reliquia oculta. En el contexto centroamericano, donde producir y distribuir metal extremo es un reto, este álbum se mantiene vivo entre quienes buscan algo genuino y sin concesiones.

El legado de este disco también radica en su actitud: no fue un intento de sonar “comercialmente viable” ni de buscar aprobación fuera del círculo del black metal. Es una declaración de principios y una muestra de que en cualquier parte del mundo se pueden gestar sonidos oscuros y desafiantes, sin importar las limitaciones de la escena local.

Desde el título del álbum ya se percibe su temática. The Excelsus Majesty of Blackness no deja espacio a dudas: lo suyo es un culto a la oscuridad, el ocultismo y el lado más místico del black metal. Las letras, envueltas en un aura de misticismo, exploran rituales, la veneración a entidades primigenias y el rechazo absoluto a la luz.

El álbum es una exaltación de la oscuridad como fuente de poder y sabiduría. Las voces, refuerzan la sensación de estar entrando en un rito esotérico más que en un simple disco de metal. Es un viaje a las sombras, con cada canción funcionando como una invocación.

En cuanto a la música, Imperial sigue una línea clásica del black metal: riffs fríos y cortantes, baterías blast beat que no dan tregua y una atmósfera general de opresión. La producción es lo suficientemente cruda como para mantener el feeling underground, pero sin llegar a lo inaudible.

Las guitarras llevan la mayor parte del peso, con riffs repetitivos y envolventes que crean esa sensación hipnótica tan propia del género. La batería no innova demasiado, pero cumple su papel: mantiene la intensidad en todo momento. El bajo es apenas perceptible en la mezcla, algo común en muchas producciones de black metal, pero se siente su presencia reforzando el sonido general.

La voz es otro punto a destacar. No es un simple chillido agudo al estilo noruego, sino un gruñido más profundo y cavernoso, lo que le da un toque distintivo y una sensación aún más ritualística. No busca sonar accesible ni variar demasiado; es una invocación constante que se mantiene firme de principio a fin.

Como cualquier banda de black metal que se respete, Imperial no estuvo exenta de polémica. En una sociedad donde el metal extremo aún es visto con escepticismo, las temáticas ocultistas del álbum levantaron algunas cejas. Sin embargo, al no ser una banda mainstream, la controversia quedó más dentro de los círculos del metal que en el ojo público.

La imagen de la banda, su estética y sus referencias al esoterismo también generaron opiniones divididas. Algunos los vieron como una representación fiel del black metal más oscuro, mientras que otros los consideraron demasiado apegados a la imagen típica del género sin innovar. Pero, al final del día, lo que importa en este tipo de música no es complacer a todos, sino mantenerse fiel a la visión artística.

The Excelsus Majesty of Blackness es un álbum que, sin cambiar las reglas del black metal, logró consolidar a Imperial como una de las bandas clave del género en El Salvador. No busca reinventar la rueda, pero lo que hace, lo hace con convicción y sin compromisos. Su legado está en la escena underground, entre aquellos que buscan joyas ocultas del metal extremo más puro y sincero. Un disco oscuro, esotérico y desafiante, como debe ser el black metal en su esencia.

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